Un gran cambio – De Güigüe a Estados Unidos – Mi experiencia personal

Hace 3 años, con apenas solo 15 años, tuve que tomar la decisión de la que dependía mi futuro. Y aunque el futuro ha sido incierto, y el camino rocoso, esta es la historia de mi experiencia en el extranjero.

Vengo de un país rico en cultura, recursos naturales, lugares turísticos y gente maravillosa, pero con pocas oportunidades, y sueños sin cumplir.

Crecí en un pequeño pueblo llamado Güigüe, ubicado en el estado Carabobo, Venezuela. El problema de vivir en un pueblo es lo rápido que te acostumbras al estilo de vida, donde todos te conocen con tan solo mencionar tu apellido.

Pase toda mi infancia rodeada de mi familia y amigos, disfrutando cada instante que pasaba, sin importar lo pequeño o insignificante que el momento solía parecer.

Pero a pesar de los grandes esfuerzos de intentar no dejarnos llevar por la situación que Venezuela vivía; la crisis social, económica y política, de una forma u otra terminó afectando a mi familia. Mi país, ya no era seguro para nosotros y nuestro futuro mantenía un estado de incertidumbre.

Mi mamá y padrastro empezaron su travesía en el extranjero en el año 2017, mientras yo estaba en Venezuela con mi papá. A causa de esto, estuve 1 año sin verlos, hasta que, en 2018, mi hermano y yo llegamos a los Estados Unidos.

A pesar de que los retos en mi país eran muy grandes, la decisión de vivir en los Estados Unidos no fue la más sencilla, ya que no solo contaba con la incertidumbre de tal vez nunca más ver a mi papá, o a mi familia, también me esperaban retos para los que no estaba preparada.

Mi primer reto, y el que hizo mi decisión mucho más difícil de lo que era, fue la muerte de mi abuelo, justo el día después de haber pisado los Estados Unidos. Esto creó el miedo de perder a más personas que amaba sin tener la oportunidad de darles un último abrazo, o estar presente en su último adiós. Es una experiencia que todo inmigrante en algún punto de su vida debe experimentar, y por más doloroso y difícil que sea, se tiene que acostumbrar a vivir con eso.

De manera emocional esto ha sido muy duro, ya que sientes que no puedes discutir este tipo de situaciones con nadie, por lo que lo guardas y mantienes dentro de ti, dejando que se acumulen todos esos sentimientos de dolor hasta explotar.

A nivel académico, a pesar de las muchas diferencias en la educación y la barrera del idioma, mi experiencia ha sido relativamente buena. Me esfuerzo lo más que puedo, doy lo mejor de mí, y hago lo imposible por mejorar y crecer como persona.

La parte social, ha sido mi reto más difícil hasta los momentos. Pero no solo por el idioma y las diferencias culturales, sino también por mis inseguridades al hablar el inglés (gracias a que mi pronunciación no es perfecta y a veces olvido palabras).

Después de dos años en el programa de ESL, logré finalmente dominar el idioma, más eso no me garantizó el dominar la cultura americana. Hay muchas tradiciones (Como el Homecoming o los pep rallys) los cuales, hasta el sol de hoy aun no comprendo. Así como también lo es los temas de conversación. No importa lo mucho que me esfuerzo, a veces es difícil entrar en los temas de conversación con personas que han vivido toda su vida aquí, y esto se debe a la diferencia en nuestra cultura, nuestras tradiciones, y por supuesto, nuestras experiencias de vida.

Pero la barrera del idioma también crea mucha desinformación. Cuando empecé a estudiar acá, no tenía idea que eran los créditos, como funcionaban, que era un pathway, como entrar en clubes escolares, y si tenía permitido tomar alguna clase con honores. Razón por la cual, me uní al periódico escolar, para romper esa barrera, y a través de mi escritura ayudar a todas las personas posibles.

A pesar de los triunfos, oportunidades, y bendiciones que he recibido, siempre hay un sentimiento de vacío que no sale de mi corazón. Un sentimiento de soledad, nostalgia y tristeza, que llega cuando menos me lo esperas, y muchas veces cuando menos lo deseo.

El dejar mi hogar y toda mi vida a un lado no ha sido una tarea sencilla. Consta de mucha fuerza y voluntad el estar lejos de las personas que amas y de todo lo que siempre has conocido.

Incluso los recuerdos más pequeños e insignificantes se convierten en lágrimas de dolor. Pero también son tus fuerzas y ganas de seguir luchando por una vida mejor en los momentos más difíciles.

No sé qué planes tenga Dios para mi futuro, pero lo que sí sé es que, a pesar de mis tropiezos, lágrimas, y dolor, esta experiencia me ha brindado sonrisas, oportunidades y personas, por las que me siento muy agradecida.